Octubre

Era octubre y plomo

cuando sentimos derrumbarse a Sal Mineo

frente al planetario y entendimos todos, sin decirnos nada,

de la fragilidad de las almas frágiles y de

la brevedad de los años verdes.

La posibilidad de la copa que se quiebra dos segundos después del brindis.

Era octubre, las tardes se precipitan a la noche y

nos mirábamos unos a otros intuyendo que a veces en esas situaciones

pensamientos negros como barcos de guerra silenciosos entraban lentamente en ti

y se quedaban en ti, ya tan lejos de todo. Y alguien dijo:

tomemos chocolate, y alguien dijo: huele a humedad, siento venir la lluvia,

mientras miraba a las aguas abriéndose en la bahía, agarrándote la mano.

Se prepararon las tazas,

el azúcar fue rebuscado en los estantes,

quizá alguien pidió leche, y sólo entonces nos cerramos las chaquetas

por todos los que no podían,

como una ceremonia surgida de la inconsciencia colectiva.

Recuerdo eso y algunas otras cosas,

que reímos y que te eché de menos

sentada como estabas a mi lado.

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