Ah, compañera

Ah, compañera,
el corazón tiene tantas marcas,
lacerado espacio común de pájaros y vuelos,
es un animal cansado y hambriento en el roquedal,
vienes tú,
ah, compañera
tan sencillamente
de lo pequeño a lo grande
llenando el mundo con aroma a café,
sanándolo todo.
El bosque se extingue cada segundo
no esperes nada de un ciervo atrapado en la ciudad,
deslumbrado por el neón de los comercios
no sabe ser hermoso encadenado al asfalto,
perdónale,
ten piedad, ah, compañera,
deberemos liberarle.
El mar sigue batiendo contra los muros,
mojando el aire con espuma,
ningún libro encierra esa belleza, no supe encontrarlo para ti
en la biblioteca de Alejandría y tú
me esperaste con las palmas de las manos hacia el cielo
a mi regreso
-orillas del mediterráneo-.
Vuelve algún día a las palabras que tallamos en la columna
de alegría construida a cuatro manos, que se perdía en el blanco de las nubes,
dejé una vela encendida al pie del camino,
la lluvia no ha de apagarla.
Quizá algún día pueda sentir
una parte minúscula
del dolor que te atraviesa el costado como una lanza y llorar por ti
ah, compañera,
aliviándote la carga, aún así
son tan lindas tus huellas en mi alma.
Basta un dedo tuyo sobre mi frente para guiar
esta ceguera de pez abisal
incierto en un planeta sin agua.
La ra la la cómo adoro cantarte las tonadas que aprendimos hace siglos
de la boca de un grano de arena
en el desierto
-de lo pequeño a lo grande-,
abrasados de calor
abrazados sin remedio, se alzaba ante nuestra vista la vida
serenamente como si fuera
sencillo vivirla pero no, nada de eso,
-ah, compañera, si no existieras yo no habría nacido y no habría
podido regarte para que brotaras de la tierra, ahora bien lo sabemos-.
Muero de miedo, amor,
si comienzas a entristecerte con mis renglones,
vamos a sacudirnos el polvo o a rodar
hierba abajo,
mano a mano
oreja a oreja
codo a codo.

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